Malta. Levadura. Lúpulo. Agua. Desde la antigüedad, estos cuatro ingredientes han dado vida a una de las bebidas más consumidas en el mundo: la cerveza, por supuesto; una bebida que se ha convertido en un símbolo de integración y simplicidad. Todo el mundo conoce las grandes producciones alemanas, belgas, danesas o americanas, productos de siglos y siglos de contaminación de culturas muy diferentes, pero que ahora han conseguido hacer de esta bebida un símbolo de estatus.
La producción cervecera en Italia se abrió camino en la primera mitad del siglo XIX, con las primeras cervecerías industriales que despachaban en aduana el consumo de cerveza como un producto apto para el consumo masivo. La cerveza se importaba principalmente del norte de Europa y sufría la tradicional inclinación del consumidor italiano promedio hacia el vino. A principios del siglo XX, gracias al florecimiento de la economía mundial, las cervecerías italianas cuadruplicaron su producción, iniciando una tendencia creciente que obviamente tuvo sus puntos más bajos coincidiendo con las guerras mundiales. Después de la Segunda Guerra Mundial fue el impulso de la reconstrucción lo que marcó el camino del renacimiento de la producción de cerveza, como lo demuestra también el aumento de la innegable calidad y el consumo per cápita, que en 1975 alcanzó los 16 l/año. Tras varios altibajos debidos principalmente al aumento constante de los impuestos sobre el consumo, se alcanzan los 28 litros per cápita anuales en el año 2010, en 2017 la producción de cerveza en Italia alcanza un récord histórico de 15,6 millones de hectolitros, de los cuales una buena tajada para la exportación, algo impensable hasta hace unas décadas, gracias a la continua búsqueda de la calidad y a la magistral labor de las cervecerías italianas.
En Umbría, tierra de grandes vinos, la producción de cerveza llega en la segunda mitad de los años 90 con algunas microcervecerías que, impulsadas por el mercado en expansión, intentaron hacerse un hueco en el campo de la cerveza de calidad. El elemento representativo de la producción de Umbría, que no puede contar por el momento con el lúpulo o la malta cultivados de forma local, está ciertamente representado por la alta calidad del agua utilizada en los procesos de elaboración de la cerveza, especialmente en el este de la provincia de Perugia, cerca de los Apeninos. Actualmente, en nuestra región, existen una veintena de microcervecerías de calidad dedicadas a la elaboración de diferentes tipos de cerveza entre las que destaca sin duda la Italian Grape Ale (IGA), caracterizada por la presencia de la uva en el mosto de la cerveza. Podemos considerar a las IGA como las verdaderas embajadoras del Made in Italy en el infinito y a veces muy selecto mundo de las cervezas artesanales. En Umbría, el experimento más exitoso es sin duda con el mosto Sagrantino de Montefalco, que da lugar a una cerveza bastante austera pero de gran elegancia, capaz de competir con la producción artesanal italiana y más allá.
También hay que recordar que Umbría acoge, dentro de la Universidad de Perugia, el CERB, el primer Centro de Investigación sobre la cerveza nacido en Italia cuyo objetivo es promover la cultura de la elaboración de la cerveza y difundir los conocimientos técnicos de la producción, con vistas a la investigación continua de la más alta calidad posible a través de la organización de talleres y conferencias dedicadas al fantástico mundo de la cerveza.
¿A qué estás esperando? Umbría no es sólo una tierra de vino, ven a descubrir el mundo de las microcervecerías y vive una experiencia sensorial única en su género.