En 2005 se produjo un descubrimiento formidable, a pocos pasos de la Puerta Consular, cerca de la iglesia de Santa Ana: durante las excavaciones para la construcción de un aparcamiento, en la zona donde se encontraba el antiguo campo de fútbol, se encontraron restos de una villa romana.
Los años de excavación y restauración han sacado a la luz una hermosa villa de la época imperial con veinte habitaciones con hermosos suelos de mosaico. El colorido y la elegancia del diseño demuestran la gran habilidad de los artesanos, probablemente trabajadores de Roma encargados por un cliente adinerado; desafortunadamente se desconoce la identidad del propietario de la Villa, a pesar de que la escena de la degustación de vinos en la sala principal hace pensar que pueda ser un viticultor.
La Villa tiene una superficie de 500 metros cuadrados y se han identificado dos fases de construcción: la primera de la época augustal (27 a.C.-14 d.C.) y la segunda de la época imperial (siglos II-III d.C.). Diez de las veinte habitaciones están decoradas con mosaicos policromados y conservan restos de yeso de varios colores en las paredes. Las alfombras de mosaico representan figuras de animales salvajes y fantásticos, personajes masculinos que representan las estaciones, sátiros, elementos geométricos y la ya mencionada escena del vino bebiendo en la sala principal, el triclinium. Otras hermosas habitaciones son: la habitación de los pájaros, las ánforas, la habitación del sol radiante, la habitación del mosaico geométrico, quizás la habitación, la habitación de los escudos, una habitación climatizada, el elemento más antiguo de la Villa, y el peristilo, es decir, el porche que cerraba el patio de la casa. Todas las decoraciones recuerdan la actividad vitivinícola del propietario.
Desde 2018 la Villa de los Mosaicos se ha convertido en un museo de vanguardia, cuyo contenedor es una estructura arquitectónica moderna en perfecta armonía con el paisaje que la rodea y dotada de numerosos servicios para el visitante.