Los restos del antiguo convento franciscano de San Bartolomeo se encuentran, cerca del castillo de Cibottola, entre los verdes y exuberantes bosques de Piegaro, sobre las suaves colinas y rodeados de los agradables aromas de la naturaleza.
La historia nos cuenta que el convento fue construido entre 1216 y 1226, en un terreno donado precisamente a San Francisco por la abadía de los Siete Hermanos situada en Pietrafitta y por sus monjes benedictinos.
El edificio, construido para la ciudad de Perugia, muestra el estilo típico del movimiento religioso franciscano, es sencillo y humilde, pero al mismo tiempo es visiblemente rico en encanto. Sus muros revelan la autenticidad y la devoción religiosa franciscana que fue el alma del convento. Mirándolo desde fuera, es posible imaginar las horas que los frailes pasaron en oración y el clima de espiritualidad y benevolencia que vivieron.
Algunos testimonios antiguos documentan cómo importantes personalidades de gran fe, como San Francisco, el Beato Leopoldo, San Antonio de Padua, Fray Masseo de Marignano y otros, fueron acogidos en el interior del convento.
A lo largo de los siglos el Convento fue ampliado y fue propiedad de los Conventuali, los Osservanti, los Riformati y durante mucho tiempo fue también sede de un noviciado.
El convento franciscano de San Bartolomeo fue definitivamente cerrado en 1892 y desafortunadamente en la actualidad no es posible visitar la estructura por razones de seguridad; de hecho, se encuentra en un estado de abandono y algunas partes de ella se han derrumbado. En su interior se conservan, muy deteriorados, algunos restos de frescos de personajes religiosos.