En una de las principales plazas de la ciudad, Plaza de la República, junto al Ayuntamiento, se encuentra la hermosa iglesia dedicada a San Andrés y San Bartolomé.
El edificio, en su forma actual, es el resultado de numerosas reformas realizadas a lo largo de los siglos. Las formas románicas dan testimonio de una planta del siglo XI más o menos, a la que se añadió en el siglo XVI el monumental portal de entrada de mármol rojo de Vito di Marco de Siena. Las últimas intervenciones en la época moderna, realizadas entre 1926 y 1930, fueron responsables de las esculturas de los lunetos del portal y de los vitrales del elegante rosetón central. Al mismo tiempo, también se construyó el característico campanario, de toba, de planta dodecagonal, con tres órdenes de ventanas geminadas y un remate almenado en la parte superior.
En el lado opuesto de la fachada, es decir, a la izquierda del observador, una aireada logia embellece la estructura apoyándose en la pared de la iglesia.
En el interior, el edificio está dividido en tres grandes naves, separadas por columnas monolíticas con un presbiterio elevado y un hermoso ábside cuadrado. Desde la antigüedad la Iglesia debió de desempeñar un papel importante en la ciudad, hasta el punto de que fue escenario de importantes ceremonias como el nombramiento del Papa Martín IV y de cardenales del calibre de Nicolás IV y Bonifacio VIII. Las obras de arte que se conservan en su interior se remontan a diferentes épocas y estilos: desde los frescos del siglo XIV hasta la meditación sepulcral del siglo XIV, desde el púlpito cosmatesco hasta las obras de artistas como el Nebbia y su discípulo Angelo Righi de Orvieto.
Sin embargo, lo que constituye el valor añadido de Iglesia de San Andrés es su parte subterránea, que se puede visitar con un guía y que ha devuelto restos muy antiguos de cuatro épocas diferentes: desde la primera fase de la Edad del Bronce, pasando por la villanovana y etrusca del siglo VI a.C., hasta las más recientes de las época romana y cristiana.