El camino que se arrastra a través de los pliegues boscosos y sube hasta la Ermita de las Cárceles, deja ocultauna de las estructurasmás antiguas y enigmáticas que alberga el Monte Subasio. La Abadía de San Benito en Subasio aparece de repente de entre el verde espeso después de una curva y aparece ante nosotros en toda su grandeza. Su posición, oculta pero al mismo tiempo dominante en el valle de abajo, nos dainmediatamente laidea de su importancia estratégica y del papel fundamental que desempeñó en el pasado para la dominación de estos territorios.
El comienzo de su historia se pierde en los meandros de la EdadMedia, demasiado confusa y poco documentada para tener cfechas exactas. Los elementos a los que nos podemos apegar para dar edad a este complejo tan antiguo refieren a algunas leyendas recogidas por escritores del siglo XVII como el Vitale o el Iacobilli, que se remontan -quizás con demasiado optimismo- a la Abadía en el Subasio de la época del mismo San Benito. Pero cuando se visitala cripta «triastila» de la iglesia, cuyo nombre deriva de la particular conformación delpatio, sostenido por tres columnas talladas para formar una misteriosa zona triangular en el centro, se comprende inmediatamente que nuestros pies, sobre ese piso de pequeños ladrillos rojos, están pasando por un lugar ancestral. Las interpretaciones más recientes decretan que la cripta data del siglo VII-VIII, y que el edificio era una capilla cristiana obtenida de la transformación de un templo pagano que ya existía antes.
Vaga información histórica comienza a aparecer a partir de la segunda mitad del siglo XI, cuando el complejo dependía de la poderosa y próspera Abadía de Farfa en Sabina y servía como centro administrativo de los benedictinos para los territorios circundantes. La primera información exacta llega con la aparicióntardía de los privilegios de los papas Eugenio III y Alejandro III en el siglo XII, y luego, en el siglo siguiente, cuando la estructura pasó a ser mandato de los monjes cistercienses y se convirtió a lo largo de los años en un refugio para grupos de bandidos expulsados de Asís en las frecuentes luchas entre familias rivales. En su tiempo, esto supuso un peligro para los gobernantes porque los exiliados tuvieron la oportunidad de reorganizar su venganza en paz y no muy lejos de la ciudad. La abadía dejó de ser de repente un lugar de culto y producción para convertirse en un muy codiciado bastión militar: en el siglo XIV fue parcialmente destruida por orden del gonfaloniero de Asís, y luego conquistada por el ejército perugino. Del monasterio quedó poco más que de la iglesia. También se perdió el campanario, del que sólo se conserva el fresco de Giotto en la Basílica Superior, en el ciclo de «Historias de Francisco».
Después del paso de los ejércitos, la estructura fue dejada al descuido durante más de dos siglos, para luego ser retomada y reestructurada por los distintos grupos monásticos que se sucedieron. En 1945 los benedictinos de S. Pedro de Asís tomaron posesión de ella de nuevo y comenzaron un período de veinte años de trabajo y restauración, dando a la Abadía la apariencia que tiene hoy día. Los acontecimientos sísmicos que han afectado a la región en los últimos años han comprometido la estabilidad de algunas estructuras, pero los monjes se han puesto a trabajar de nuevo para dar prestigio y permitir que esta importante pieza de nuestro patrimonio histórico y cultural resucite.
El complejo consta de una serie de edificios conventuales y de la iglesia. La iglesia, de austero estilo románico, tiene una sola nave y un presbiterio elevado. La cobertura se derrumbó. La sugestión que se tiene al entrar en su interior es profunda. Bajo el presbiterio se encuentra la cripta románica, dividida en cinco pequeñas naves bordeadas por columnas con capiteles finamente tallados. Deambulando por el interior del presbiterio se encuentra una lápida con un grabado antiguo que probablemente se refiere al ocupante de la tumba: un abad con mitra y báculo. Continuando por unos pasillos con bóvedas de piedra se encuentra el acceso al corazón de la Abadía, la cripta triastila de la que hemos hablado anteriormente, compuesta por una sala cuadrada y un ábsidesemicircular. En la zona triangular delimitada por columnas probablemente se encontraba el altar, o un sarcófago. El aura de la antigüedad y el misterio te envolverá y no te dejará hasta que subas a la superficie.